La astrología tradicional no se reduce, simplemente, a una colección de métodos y técnicas del pasado. No, la astrología tradicional es, ante todo, una manifestación unificada de la filosofía natural y un paradigma que impone una cosmovisión, junto con una ética o forma de vivir coherente con dicha visión del mundo. Por eso yerran tan brutalmente aquellos que pretenden estudiar sus técnicas sin pasar antes por una completa transformación de sus puntos de vista, conceptos, opiniones, valores y estilo de vida. Y ese proceso previo, siendo imprescindible, toma un largo tiempo de estudio y de sacrificios con la finalidad de implementar cambios prácticos que afectarán nuestra vida cotidiana. Estamos frente a un conocimiento vivo y no frente a una mera pila de libros viejos.
No se puede entrar al gran salón del palacio de Sophia sin pasar primero por el antejardín, la logia, el pórtico de entrada, el vestíbulo y el pasillo, según el respectivo orden preestablecido. Es por eso que resulta tan absurdo que algunos se molesten cuando les digo que, antes de aprender siquiera el abecedario astrológico, es ineludible pasarse algunos años estudiando matemáticas, astronomía, metafísica, lógica y filosofía natural. Sin construir los fundamentos es imposible erigir un edificio. Y luego, habiendo adquirido estos conocimientos, viene el lento proceso de superar las incongruencias personales entre pensamiento y acción, para empezar a vivir una vida tradicional bajo sus respectivos parámetros de orden, belleza y armonía.
Recientemente se ha dado una pequeña disputa con un par de jóvenes que pretenden utilizar de manera moderna algunas técnicas astrológicas antiguas, es decir, llevar a cabo una práctica totalmente desligada de sus fundamentos filosóficos y metafísicos. Pero tal como la astrología Jyotish de la India no tiene ningún sentido sin su marco teórico védico-hindú, y tal como la astrología Bazi de China tampoco tiene ningún sentido sin su base filosófica taoísta, la astrología tradicional de Occidente carece de todo sentido en ausencia de sus fundamentos metafísicos, arraigados en la filosofía hermética, que no es otra cosa que la fusión de platonismo, aristotelismo y estoicismo. Es bastante obvio que los significantes apuntan a un significado. Sobre estos ensoberbecidos novicios me pregunto, ¿de dónde creerán que salen los significados con los que interpretamos las cartas astrales?
La manera en que se interpretan los significadores astrológicos en la India surge del marco interpretativo que les otorga el hinduismo. La manera en que se interpretan los significadores astrológicos en China surge del marco interpretativo que les otorga el taoísmo. La manera en que se interpretan los significadores astrológicos en Occidente surge del marco interpretativo que les otorga el hermetismo. ¿Se puede negar lo obvio? Por lo visto sí. En este época hay quienes se atreven a afirmar que el pasto es rojo con la certeza y seguridad de un loco. Sólo se requiere manipular lo suficiente el lenguaje. En este caso, basta manosear el significado de la palabra "tradicional" para desligarla de lo iniciático y asociarla entonces con lo meramente antiguo o histórico. En otras palabras, una estrategia del posmodernismo llamada deconstrucción.
Pretender que la astrología se reduce simplemente a un conjunto de técnicas sin alma es el típico enfoque utilitarista derivado de la actitud moderna frente a la vida, utilitarismo que sólo atiende al uso que puede darle a las cosas, al tiempo que desecha el valor cualitativo y transformador que pueda residir en ellas. Observamos aquí el conflicto entre lo simbólico y lo literal, entre lo iniciático y lo mundanal, entre lo sagrado y lo profano. Como es sabido, llevo muchos años dedicado con ahínco y entusiasmo a lo primero. Es honestidad intelectual asumir que la astrología es una de las tres ciencias herméticas, junto a la alquimia y la teúrgia. Y esto no me lo he inventado yo; lo dicen los mismos textos herméticos que, desde el período helenístico hasta el renacentista, hicieron de fuente y referente para los astrólogos occidentales y medio-orientales.
Los textos astrológicos más reverenciados por los astrólogos de la antigüedad eran aquellos a los que se les atribuía un mayor prestigio y autoridad por origen. Y en dichos manuscritos no hallamos la autoría de Doroteo, Valens, Firmicus o Retorius, ni la de Masha'allah, Sahl, al-Tabari o Abu Mashar. No, siempre nos encontramos la simbólica y críptica rúbrica de Hermes Trismegisto y la de sus presuntos discípulos, los egipcios Nechepso y Petosiris. Los modernistas y académicos podrán discutir y criticar todo lo que quieran respecto a la insustancialidad de las leyendas detrás de estos personajes, tan reputados entre los antiguos astrólogos. Sin embargo, los que entienden algo de la Tradición saben que no se trata de validar o desacreditar la historicidad de sus nombres, sino de comprender que éstos representan la transmisión de un conocimiento reservado para ciertos círculos iniciados en el saber matemático y filosófico que se halla a la base del quehacer astrológico.
La astrología es un lenguaje simbólico, es decir, una clave hermenéutica. Sus simbolismos y su atribución de significados no surgen desde el aire, ni se los puede inventar cada uno a su propio gusto. Sus significados provienen de una tradición cultural y filosófica determinada. Por más que nos guste el spaghetti y la lasagna por su sabor, y sólo por su sabor, no podemos negar que estos platos están íntimamente ligados a la cultura italiana, aunque ésta nos disguste o simplemente no nos interese en lo más mínimo. Uno podrá creer que la pasta no tiene nada que ver con Italia, y argumentar que en realidad su origen está en los viajes de Marco Polo a la China durante el siglo XIII —en realidad la pasta es de origen etrusco—, pero su procedencia histórica no le niega su calidad intrínseca de auténtica gastronomía italiana.
Del mismo modo, uno puede decir que la astrología tradicional es simplemente el resultado de una serie de cruces culturales entre babilonios, griegos, romanos, persas y árabes, pero eso no le resta su profundo espíritu hermético. La astrología horoscópica occidental es el resultado del feliz encuentro entre matemática y metafísica, en el contexto de las discusiones filosóficas y teológicas del siglo II a.C. Su espíritu hermético fue reconocido tanto por los griegos, como por los romanos, los persas, los árabes y los europeos. Ocurre exactamente lo mismo con la alquimia árabe y europea, cuyos textos clásicos también reconocen a Hermes Trismegisto como la fuente mítica de la que proviene todo su saber. E insisto en que poco importa si Hermes fue una persona real, la rúbrica de una escuela de pensamiento, o bien una leyenda que buscaba imprimirle mayor autoridad a determinados escritos. Lo importante es el sello iniciático que transmite el símbolo de Hermes. Dicho símbolo nos indica, sin ambigüedad alguna, a qué tradición pertenece la astrología. Por eso hablamos de astrología tradicional y no de mera astrología antigua.
En el Egipto faraónico, la confrontación entre el orden tradicional y las fuerzas subversivas del caos aparecía indicada en la mítica lucha del envidioso Set, símbolo de la oscuridad, en contra de Horus, símbolo de la luz. Es que las fuerzas disolventes y caóticas de la anti-tradición son muy antiguas. La modernidad es simplemente la más reciente manifestación de dichas dinámicas destructivas, que han acompañado al hombre desde la revelación original de la Tradición Primordial. Anteriormente han adoptado otras formas, bajo otros nombres, pero siempre procuraron confundir, distorsionar, disolver y, finalmente, vaciar de sentido y significado todos los símbolos y prácticas sacras que mantienen viva la unión entre Dios y la humanidad. Es así que no puede extrañarnos la aparición de aberraciones seculares, profanación de lo sagrado y usurpación de roles que acaban vaciando los santuarios. Por eso hallamos con tanta frecuencia un yoga sin hinduismo, un vipassana sin budismo, una cábala sin judaísmo, un sufismo sin islam o un feng-shui sin taoísmo. La astrología sin hermetismo no podía faltar en este gigantesco mercado del sinsentido.
Publicado el viernes 29 de enero de 2021.
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