En la astrología helenística —aquella que se practicó durante la antigüedad tardía dentro de las amplias zonas de influencia griega y romana— existía la concepción de que las almas se encontraban arrojadas a la navegación forzosa en el océano de la vida, donde el oleaje, las corrientes marinas, las rocas y los vientos representan al ineludible destino que a todos nos toca enfrentar dentro de nuestro propio guion biográfico. Aunque no todos los astrólogos la empleaban, la metáfora náutica parece haber sido lo suficientemente importante como para llegar a condicionar los nombres asignados a los distintos significadores técnicos y accidentales de las cartas astrales. Aunque la idea ha presentado algunos cuestionamientos recientes, esta tesis, planteada originalmente por Robert Schmidt, parece tener cierto asidero histórico, aunque no podemos saber a ciencia cierta qué tan extendida estaba la analogía marítima entre los astrólogos de la época.
Las fuentes al respecto son fundamentalmente dos: los horóscopos hallados en la colección de papiros de Oxirrinco, preservados en la biblioteca de la Universidad de Cambridge, y las referencias que al respecto realizó Porfirio en su obra de introducción al Tetrabiblos de Claudio Ptolomeo, además de sus comentarios sobre la entrada del alma en el cuerpo en su obra “Para Gaurus”. Aunque la existencia de esta metáfora se basa en una reconstrucción hipotética a partir de estas fuentes no muy numerosas, no deja de ser altamente plausible que haya mucho de cierto en ella, toda vez que al Ascendente, dentro de los textos de astrología helenística general, se le suele denominar con frecuencia el “timón” de la natividad. Veamos algunos otros ejemplos de esta analogía.
Si, como hemos dicho, el Ascendente es el timón del barco, su regente corresponde al piloto o timonel. Si éste se encuentra unido al grado del timón por una "cuerda" —léase aspecto por grado u orbe— o al menos está configurado de acuerdo con el esquema de aspectos basados en signos completos, entonces el nativo puede realizar su propósito en la vida, porque de dicha conexión entre piloto y timón depende la dirección del viaje de la vida. De no haber nexo por aspecto, el sujeto será arrastrado por las circunstancias externas, representadas por la Parte de Fortuna. Ésta se corresponde con los vientos, las mareas y el clima, es decir, con las condiciones incontrolables que trae el destino o Ananké. Entonces, si la Fortuna está aspectando al Ascendente, se pronostican vientos y mareas favorables. Su dispositor es como el primer oficial en la proa, a quien también queremos ver conectado con el timón para que pueda guiar al timonel. Si la Fortuna y su dispositor se encuentran en aversión (inconjunción), el nativo no podrá imponer su voluntad, representada por el Lote del Daimon o Parte del Espíritu, con lo que se verá superado por las circunstancias de la vida.
Aunque Schmidt no lo menciona, parece razonable suponer que el dispositor de la Fortuna funciona como el velamen del navío, que al estar bien dispuesto según su secta, angularidad y dignidad, permite aprovechar los vientos para impulsar el barco hacia el puerto deseado. Junto a lo anterior, se debe ubicar, por medio de un protocolo de cálculo, el planeta que hace de capitán del navío, el Kyrios (Señor de la Natividad). Bajo su mando estarán todos los demás planetas. También hallaremos al oficial administrativo, el Oikodespotes (Amo de la Morada) a quien debemos llevar a destino, siendo éste el astro de mayor rango e importancia en una genitura. Existe también un oficial colaborador, determinado por el regente del término en el que se encuentra la luminaria dominante según secta. Éste coopera con el oficial administrativo en la supervisión del destino de un alma.
Cabe mencionar que antes de que Valens asociara las triplicidades con los elementos, se los vinculaba con los cuatro vientos, cuya determinación es fundamental para la correcta navegación, pues de ellos depende el impulso de la nave. Los antiguos astrólogos helenísticos enseñaban que era tarea de la luminaria de la secta invocar al viento para que fuera benéfico. De acuerdo con Valens y con Doroteo, si los regentes de la triplicidad de la luminaria están bien posicionados y aspectados, entonces se podía pronosticar eminencia y éxito en la vida. De lo contrario habría impedimentos y frustración. Sea como sea, y tenga o no razón Schmidt, para mi es bastante claro que navegar los mares sobre un velero es equivalente a vivir en la región sublunar bajo el clima astrológico que nos impone el transcurso del tiempo y el cumplimiento del destino.
Publicado el lunes 20 de enero de 2020.
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